José María Ortega llenaba con dificultad sus pulmones para poder hablar. Con cada frase recordaba a su hija y se echaba a llorar con un sentimiento que parecía desgarrarle el alma, mientras su cuerpo se doblegaba de dolor y cansancio.
José María, un humilde minero, accedió a dialogar con La Opinión luego de vivir el peor, triste y más aterrador día de sus 29 años. A su única hija: Eileen Yaritza Ortega Gélvez, de 5 años, quien desapareció el pasado domingo a las 7:30 de la noche, la encontró ayer muerta en el patio de su casa.
Ninguna jornada fue tan larga, agotadora y dolorosa para este minero, quien recuerda que todo empezó luego de que llegaran de la misa de 6:00 de la tarde con su esposa y algunos parientes.
José María se dispuso a enseñarle a montar motocicleta a un sobrino, mientras que Yaneth Gélvez, madre de la pequeña, ingresó a la vivienda, ubicada en la avenida 25 con calle 23A de Barrio Nuevo.
Eileen salió con su padre, quien la dejó sentada diagonal a la vivienda, mientras el daba vueltas en la moto. La pequeña esperaba juiciosa su turno con la promesa de que su papá luego le diera un paseo.
“Di como cuatro o cinco vueltas de esquina a esquina y entré a tomar agua. En ese momento, mi esposa me preguntó por la niña y nos dimos cuenta que no estaba donde la dejé”, señaló José María.
Eran las 7:30 de la noche y siguió corriendo el reloj sin ningún rastro de la niña. Los vecinos se solidarizaron de inmediato con la familia Ortega Gélvez y emprendieron una campaña de búsqueda, además de avisar a la Policía del barrio Belén.
María Lizcano, quien vive en frente de la familia y trabaja en su tienda, se unió al grupo. La mujer cuenta que imprimieron al menos 300 improvisados carteles con la foto de la niña y los regaron por todo el barrio, enviaron cadenas de mensajes por Blackberry y perifonearon hasta las 2:30 de la madrugada, pero los esfuerzos fueron infructuosos.
“Es una familia muy callada. A la niña siempre la dejaban salir a jugar enfrente de la casa y el papá se sentaba a cuidarla. Entre los rumores se escuchó que una camioneta blanca estuvo rondando a la niña”, indicó la vecina.
José María puso el despertador a las 5:00 de la mañana del lunes y al despertarse, encontró a Eileen en el patio de la casa. Habían transcurrido más de nueve horas desde su desaparición.
“La niña estaba muerta y lo que hice fue alzarla y gritar. Enseguida, se levantó mi esposa. Mi hija estaba vestida, pero el short lo tenía bajado en la parte de atrás. Además, se le veían aruños y morados en el cuello”, recuerda con lamento José María.
Con la niña en sus brazos, quien cumpliría 6 años el próximo 3 de julio, José María corrió desesperado hasta una avenida principal y detuvo un colectivo para que lo llevara a un médico. El minero no quería aceptar su tragedia.
La pequeña fue llevada a la Clínica Santa Ana, donde el médico Javier Granados, jefe de urgencias, confirmó que la menor de edad fue ingresada sin signos vitales y nada pudieron hacer por ayudarle a José María.
José María está seguro que no tiene enemigos, ni amenazas en el barrio, a donde llegaron hace aproximadamente un año, pero al igual que la Policía Judicial sospecha de una pareja de inquilinos, a quienes les arrendaron una pieza hace cinco meses, con entrada independiente que se conecta con el patio de la familia.
Inexplicablemente, la niña fue ingresada a la casa por la puerta del patio, la cual cuenta con cerradura, pero solo la familia conocía que se podía abrir con una pequeña cuerda.
El coronel Carlos Rodríguez, comandante de la Policía Metropolitana de Cúcuta, indicó que, al parecer, la niña murió por asfixia mecánica aunque esperan los resultados de Medicina Legal, donde se determinará si también fue víctima de abuso sexual.
“Estamos realizando las investigaciones. Hay otras personas que residían en la casa aparte de la familia…”, dijo el oficial, quien ofreció una recompensa de hasta $5 millones por los responsables.
En la mañana, la Policía desplegó un grupo interdiciplinario de 100 hombres que visitaron casa a casa a los vecinos de Barrio Nuevo, en busca de información y brindaron protección y acompañamiento a la familia Ortega Gélvez. La Sijín efectuó pruebas con luces especiales para buscar rastros de sangre.
Así como José María nadie se explica cómo después de buscar a la niña en todo el barrio, apareció en la misma casa.
“La policía está investigando al arrendatario porque alguien escuchó a la niña gritar. Nunca revisamos esa pieza por respeto”, dijo José María.
Dicho arrendatario, su compañera y un bebé de la mujer fueron vistos en la noche, pero no despertaron ninguna sospecha. Durante toda la mañana fueron entrevistados por funcionarios judiciales.
“Ellos estuvieron la noche del domingo en la casa. La señora salió, pero el hombre no…”, concluyó su relato el minero mientras esperaba, ayer en la tarde, a que le entregaran el cadáver de su hija en la morgue del Instituto de Medicina Legal.
Opinión
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