jueves, 28 de febrero de 2013

55 años como barbero tiene Carlos Villamizar

Este barbero es de los que creen que los peluqueros tienen buena mano y por eso las mujeres los buscan para que el cabello les luzca abundante y con brillo. La silla en que se relajan sus clientes lo ha acompañado por más de 50 años. (Foto Roberto Ospino / La Opinión)

El arte de cortar el cabello es tan antiguo como el ser humano. Según registros históricos en las primeras sociedades existía la creencia que en el cabello residía el alma del hombre y cortarlo era una tarea exclusiva de sabios, quienes eran los encargados de retirar las malas energías del organismo.
Con el paso de los años apareció la figura del barbero, referenciado como una persona a la que se le daba la confianza de motilar, quitar el bigote o afeitar.
A pesar del proceso evolutivo y la aparición de nuevas generaciones y tendencias, en Pamplona muchas personas, generalmente ancianos, conservan la tradición de ir a donde el barbero para que les den un cambio de apariencia con la ayuda de tijeras, peinillas, navajas y talcos.
Uno de los más antiguos barberos de este municipio es Carlos Arturo Villamizar Leal, nacido en Cúcuta en 1931 y quien a sus 82 años, perdió la cuenta de cuantas cabezas han pasado por sus arrugadas manos.

En la vetusta silla de Villamizar, que tiene más de 50 años y lo acompaña desde antes de abrir la Barbería Sevilla, aún se sientan niños, jóvenes y hasta mujeres que acuden para que los deje como nuevos.
El nombre de su negocio se lo puso inspirado en la famosa ópera El barbero de Sevilla, del italiano Gioachino Rossini.
Villamizar se inició en esta actividad a los 27 años como auxiliar en la barbería de José Buitrago, ya fallecido, y que funcionaba en la Calle Real. Allí trabajó por cerca de 20 años.
Luego se independizó, trabajó un tiempo en Cúcuta y actualmente, se da el lujo de que sus clientes esperen turno en medio del frío de la Ciudad Mitrada.
El barbero del pueblo tiene seis hijos, todos profesionales, hecho que enorgullece a Villamizar. 
Cuando se le pregunta por la extinción de su profesión, dice entre risas que aún hay muchas personas que prefieren conservar la tradición y dejarse motilar al estilo de hace 50 años.
Sin embargo, reconoce que en el futuro seguramente los barberos quedarán en la historia, pues la moda son los salones de belleza.
Entre los personajes destacados que ha atendido recuerda a un puñado de notables pamploneses, entre ellos a los hermanos Villamizar Lamus.
Con recelo el barbero dice que nunca le ha gustado intervenir en las conversaciones de quienes acuden a su negocio y solo se limita a escuchar lo que dicen para no meterse en lo que no le interesa.
Los clientes habituales acuden a su barbería cada 15 o 20 días, los mismos que se suben en la antigua silla que se eleva o baja con una manigueta.
Cada corte de cabello cuesta $4.000. Si debe quitar el bigote el precio se eleva dependiendo del cliente y la cantidad de barba.
Hay días en que ha atendido hasta 10 personas, pero en algunas oportunidades se ha ido blanqueado para la casa. En Pamplona junto con él solo hay dos barberos más.
Otras épocas
En la década de 1930, existían en Pamplona 15 barberías entre las que se destacan: Santo Zambrano, Andrés Cabeza, Emiliano Acevedo, Simón Niño, Saúl Mogollón, Antonio Espinosa, Antonio Flórez, Cecilio Caicedo, Humberto Daza, Amado Hermanos, José Mendoza y Toribio Castrillón, entre otras.
En los últimos tiempos, cuando empezó la decadencia de este arte, permanecían vigentes las peluquerías de Eheomo Peña y de los Hermanos Amado, localizadas en la Calle Real
Roberto Ospino Torres

No hay comentarios:

Publicar un comentario